Al principio sólo lo hacía a veces, cuando tenía muchas ganas de hacer algo y por alguna razón no lo dejaban. Pero luego empezó a hacerlo cada vez más seguido, entonces era cada vez más común escucharlo llorar por cualquier cosa. Hasta el más mínimo desencanto podía provocar sus ruidosos llantos acompañados de pataletas.
Durante largo tiempo esto tuvo muy preocupados a sus padres, hasta que un frío lunes de marzo pasó algo que lo cambió todo.
Baldomar había empezado el día con un ruidoso berrinche, pues no quería levantarse para ir al colegio; después lloró porque en el desayuno no le dejaron comer chocolates y luego porque de camino a la escuela le prohibieron bajar la ventanilla del auto, porque según su dijo papá: “hace mucho frío”.
Desde temprano parecía que iba a ser un día difícil, pero Baldomar no se imaginaba lo que le iba a pasar antes de que terminara el primer recreo.
Resulta que el día anterior, Néstor, su mejor amigo lo había desafiado a jugar una carrera desde la columna de la campana, hasta la pared del fondo del patio y Baldomar, que siempre fue muy ligero, había aceptado sin dudarlo.
Fue así que puntual a las 9 y 10, ni bien se sonó la campana del primer recreo, los dos amigos se prepararon para iniciar la carrera. Marita, la chica más linda del grado fue la encargada de anunciar el “listos, en sus marcas, ya!” de la largada. La carrera comenzó vertiginosa y fue muy pareja hasta que en el escalón que divide la segunda mitad del patio, Baldomar se tropezó y cayó de rodillas al piso. Le dolía todo, las piernas, la derrota, la mirada burlona de Marita… pero aun así no derramó ni una sola lágrima. Y no porque se las estuviera aguantando, es más, intentó llorar con todas sus fuerzas, pero nada. Ni una lágrima salía de sus ojos… Continuar leyendo: https://www.wattpad.com/baldomar-el-niño-que-no-podía-llorar
Lic. Comunicación Social
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